En una empresa tecnológica con sede en Madrid, un programador sénior renunció el mismo día del lanzamiento de un producto, tras meses de pedir mejoras contractuales sin éxito. Su salida dejó a todo el equipo de desarrollo sin liderazgo técnico en una semana crítica. A esto es a lo que se le llama “renuncias por venganza”.
Esta nueva forma de dimisión se caracteriza por salidas abruptas, muchas veces planificadas para causar el mayor impacto posible. Lejos del tradicional “trabajador que se va en silencio”, se trata de una respuesta emocional a culturas laborales tóxicas, liderazgos ausentes y promesas incumplidas.
¿Qué impulsa una renuncia por venganza?
El abandono por venganza surge cuando un empleado, habitualmente talentoso y con potencial, siente que su compromiso no ha sido correspondido. No se trata solo de cambiar de empleo, sino de “dejar un mensaje”. Se manifiesta, por ejemplo, cuando un trabajador renuncia un día antes de una presentación clave o al finalizar una capacitación crítica, dejando tras de sí una operación desorganizada y un equipo desmoralizado.
Por esto ocurren estas renuncias por venganza
España superó las 400,000 dimisiones voluntarias en el primer trimestre de 2025, la cifra más alta desde que existen registros modernos, según datos del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. En República Dominicana, aunque los registros oficiales no desglosan este fenómeno con precisión, un estudio reciente de la Asociación Dominicana de Administradores de Gestión Humana (ADOARH) revela que 3 de cada 10 profesionales dominicanos están considerando dejar su empleo por razones emocionales más que económicas, siendo la falta de reconocimiento uno de los principales motivos.
Otros de los motivos son:
Desconexión emocional: Los empleados que no se sienten valorados tienen 3,7 veces más probabilidades de dimitir en el siguiente año.
Liderazgo deficiente: El 71% de los líderes reportan altos niveles de estrés y el 40% considera dejar su puesto, de acuerdo al Global Leadership Forecast 2025 de la firma de consultoría DDI. La sobrecarga y la falta de habilidades de gestión se traducen en equipos desconectados y vulnerables.
Falta de propósito: Sólo el 35% de los líderes de primera línea dicen tener un fuerte sentido de propósito en su rol, lo que se refleja en sus equipos.
Desalineación cultural: El 35% de los empleados europeos cree que no tiene oportunidades reales de crecimiento dentro de su empresa, según datos de ManpowerGroup, 2024.

Costos para su organización por las renuncias por venganza
El impacto de estas salidas no se limita al gasto de una nueva incorporación. De hecho, reemplazar a un profesional cualificado con poca antelación puede costar hasta cuatro veces su salario anual, considerando pérdida de productividad, gastos de reclutamiento urgente y formación. Además, genera desorganización interna, desmoralización de los equipos, daño reputacional, especialmente si la salida es pública o implica a perfiles visibles.
¿Cómo pueden actuar los líderes empresariales?
- Escuchar antes de perder talento. La clave está en implementar canales de retroalimentación continuos, no solo encuestas anuales. Los líderes deben tener conversaciones frecuentes y abiertas con sus equipos.
- Desarrollar líderes entrenadores. Invertir en el desarrollo de habilidades de liderazgo emocional y gestión del talento. Según DDI, los equipos liderados por personas empáticas y organizadas muestran un compromiso tres veces mayor.
- Reforzar el reconocimiento y la progresión. Las empresas deben implementar sistemas transparentes de reconocimiento y crecimiento. No se trata solo de salarios, sino de visibilidad, empoderamiento y sentido de pertenencia.
- Fomentar el bienestar y la flexibilidad. Las expectativas han cambiado. El 68% de los trabajadores prioriza el equilibrio vida-trabajo por encima del salario, por lo que ya es hora de convertir el bienestar en una ventaja competitiva.
En un mercado donde el talento es escaso y las oportunidades laborales más amplias, las empresas que no se adapten a las necesidades emocionales y profesionales de sus empleados están condenadas a enfrentar más renuncias por venganza. Este fenómeno no es un capricho generacional, sino un síntoma de una cultura empresarial que necesita evolucionar.
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