Recientemente nos encontramos con el término “el director preguntón”. Se trata del miembro del directorio que pregunta más de lo habitual, que interrumpe el curso cómodo de las reuniones para, justamente, preguntar. No se trata de una figura rebelde. Es alguien que, desde una postura crítica y constructiva, pone sobre la mesa dudas, cuestiona supuestos, solicita aclaraciones y exige justificaciones.
“¿Hemos considerado todos los escenarios posibles?”, “¿Qué pasaría si esta suposición no se cumple?”, “¿Estamos viendo toda la foto?” son inquietudes habituales. Inquietudes como estas pueden generar desde suspiros hasta silencios incómodos. Pero, ¿es realmente un inconveniente o podría ser justo lo que su organización necesita?
En el mundo corporativo, donde el tiempo apremia y el consenso suele ser celebrado como una virtud, la figura del director que incomoda con sus preguntas incisivas no siempre es bien recibida. Sin embargo, cuando se analiza con detenimiento, su valor estratégico puede ser enorme.
Lo que aporta quien se atreve a cuestionar
Un director preguntón, que no da nada por sentado, puede convertirse en un catalizador de mejores
decisiones. Este perfil incómodo, llamado escéptico o analítico, cumple una función clave: evitar que las decisiones se tomen a partir de premisas frágiles o sin suficiente debate.
Entre los beneficios que puede aportar destacan:
- Mayor profundidad en el análisis estratégico y en las discusiones.
- Prevención de errores costosos que otros pasan por alto.
- Mejora en la calidad de la información que llega al directorio.
- Promoción de una cultura de responsabilidad, transparencia y mejora continua.
Conociendo su lado oscuro
Ahora bien, tiene sus riesgos. Cuando este estilo no se gestiona bien, puede generar efectos adversos: fricciones personales, bloqueos en el flujo de trabajo, incluso la sensación de desconfianza que afecta la moral del equipo directivo.
Además, en culturas como la latinoamericana, donde se valora el consenso y el trato cordial, el hábito de interrumpir el acuerdo con una pregunta crítica puede interpretarse como confrontación, aunque no lo sea. Un cuestionamiento bien formulado no necesita levantar el tono ni generar incomodidad personal. Basta con enfocarse en los hechos, los datos y los objetivos colectivos.
La pregunta correcta, en el momento adecuado, puede salvar decisiones y reputaciones.
¿Cómo convivir con un director preguntón?
Si usted forma parte de un directorio con una figura así, o es usted mismo, puede canalizar el valor de las preguntas sin que se conviertan en una fuente de conflicto.
- Establezca espacios formales para el cuestionamiento estratégico, como designar rotativamente un “abogado del diablo” en cada sesión.
- Determine reglas claras para la discusión donde el lenguaje sea constructivo, donde las preguntas se planteen como herramientas para fortalecer, no para atacar.
- Prepare al equipo para anticipar interrogantes clave.
- Mida la calidad del debate, no solo la velocidad de las reuniones.
- Reconozca públicamente cuando una pregunta bien formulada evitó una decisión costosa.
Preguntar no es interrumpir, es cuidar.
En América Latina, donde la cortesía y el respeto jerárquico a veces dificultan el debate abierto, el desafío radica en mantener la armonía sin sacrificar el proceso de análisis. Pero no es imposible, por el bien de la empresa. La pregunta es si, en su próximo directorio, alguien se atreverá a levantar la mano para decir: “¿podríamos revisar los supuestos detrás de esto?”. Esa inquietud puede ser la señal temprana de algo que aún no se ha cuestionado lo suficiente, pero que podría marcar la diferencia entre una decisión brillante y un error costoso.
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